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ENCRUCIJADAS DEL SIGLO XX

Sociedades de masas III: el siglo de la cultura popular

Beatles. En los 60, el rock, el folk e incluso el jazz consagraron a grandes artistas que globalizaron la cultura pop.Crédito: Gentileza

El término cultura empezó a utilizarse en el siglo XVIII por el avance del Iluminismo, un movimiento intelectual y político que buscó limitar el poder de los reyes absolutistas y del clero eclesiástico en beneficio de la burguesía de Occidente. Esta clase social emergió como consecuencia de la revolución industrial y el desarrollo del capitalismo, como su modelo de producción y acumulación de riqueza. 

En esa misma época, la cultura emergió como un concepto polisémico que englobó a todo lo "cultivado" por el hombre en la sociedad. Su centralidad estaba dada por la alfabetización masiva que avanzaba en el mundo, junto a la consolidación de las artes como bien superior de las clases letradas. El término arte era reservado a las expresiones creadoras de lo culto: literatura, pintura, escultura, música clásica y la ópera.

Sin embargo, en las clases subalternas, conformadas por el proletariado industrial que poblaba las ciudades y los habitantes del campo; existían desde la alta Edad Media muchas expresiones culturales seculares: la música folclórica, la literatura del colportage (venta ambulante) y los artistas de variedades y juglares que recorrían barriadas populares y zonas rurales llevando sus creaciones. Estas expresiones propias del bajo pueblo no estaban incluidas en el concepto iluminista de la cultura. 

El investigador Peter Burke sostuvo que el término popular, era utilizado por las clases dominantes para describir esa "otredad" que era el pueblo, un "otro" al que se lo describía de acuerdo con lo que no eran los rasgos de las clases altas: lo natural, sencillo, instintivo, irracional y enraizado en su contexto de origen. El interés por la cultura popular creció por el declive del clasicismo y el avance del romanticismo como razón estética, y, por otro lado, como razón política debido a los movimientos de liberación nacional que se extendieron por Europa desde principios del siglo XIX, en contra de los reinos, luego de la derrota de Bonaparte.

El pensador francés Michel de Certeau destaca que el término popular se encuentra en las revistas francesas de la última parte del siglo XIX, allí lo popular se asocia también a lo que señala Burke: lo campesino y rural. Por ello no es sencillo definir el origen de la cultura popular, el folclore y las tradiciones. Según el semiólogo ruso Mijail Bachtin, existió una mutua influencia entre las clases subalternas y la cultura dominante. El historiador italiano Carlo Guinzburg afirmó que "se atribuye a las clases subalternas de la sociedad preindustrial una adaptación pasiva a los subproductos culturales excedentes de las clases dominantes, o una tácita propuesta de valores, si acaso parcialmente autónomos respecto de la cultura de aquellas, o una extrañación absoluta que se sitúa sin rebozo más allá, o mejor dicho más acá, de la cultura" (1). 

El sociólogo Pierre Bourdieu señaló que el predominio cultural es una lucha simbólica para imponer una definición del mundo, que sea más acorde a los intereses que se persiguen. El campo ideológico reproduce mediante otras formas el campo de las posiciones sociales. Los sistemas simbólicos ejercen un poder estructurante porque son estructurados; el poder simbólico es posibilidad de construcción de la realidad que tiende a establecer un orden del conocimiento y sentido inmediato del mundo.

En el siglo XX, el concepto de cultura sufre una transformación radical por varias razones. De ellas, fueron fundamentales: la política de masas que irrumpió con la revolución rusa y la mexicana, y posteriormente en otro sentido ideológico, con los fascismos. La otra es la transformación que se opera en el propio mundo de la cultura por la aparición de los medios de comunicación masiva: prensa, radio y el cine, sobre todo, que acercaron las creaciones artísticas a millones de personas de los márgenes de las sociedades.

En la dicotomía entre cultura alta y popular, terció entonces el concepto de cultura masiva o de masas, asociado a lo que se conocerá después como la industria cultural que producía -según los pensadores de la Escuela de Frankfurt- la banalización del arte culto. Con el tiempo, sobrevendría la cultura pop, que otorgaría a la cultura de masas una dimensión estética superior. 

La cultura popular inspiró desde su origen un sentido de resistencia a la imposición del canon de la cultura de las clases dominantes. Para ver aquello, se puede leer el libro El queso y los gusanos, de Ginzburg, que narra las peripecias de un molinero iletrado juzgado por la inquisición, debido a una interpretación libre de la Biblia en la Italia del Renacimiento. Pero en el siglo XX, con las movilizaciones de masas, la mayor difusión de las creaciones y símbolos por afuera de las elites y el crecimiento de algunas instituciones de la subalternidad, como los sindicatos; lo popular se corre desde los márgenes al centro y genera intercambios, con lo culto y con la cultura masiva. 

La imposición de la cultura de masas en el siglo XX provocó que la cultura popular emerja en muchos aspectos como aspiración legítima de las clases subalternas. Sobre todo, después de las guerras mundiales, que socavaron la supuesta superioridad cultural y moral de occidente, a causa de los millones de muertos y los genocidios. Mediada por la industria cultural, lo popular llegó a museos, teatros, conciertos y centros culturales, espacios antes vedados al arte del pueblo.

En los años 60 por ejemplo, la música rock, el folk e incluso el jazz consagraron a grandes artistas como los Beatles o Rolling Stones, que globalizaron tempranamente a la cultura pop.

La masificación del consumo a través la televisión transformó a la industria de la cultura en un negocio altamente redituable. La cultura popular pasó de ser un fenómeno de resistencia, a convertirse en un suceso global consumido por millones de personas.  

1. Ginzburg, Carlo, El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI, mimeo.