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ENCRUCIJADAS DEL SIGLO XX

La irrupción del movimiento punk: ¿no hay futuro sin Estado de bienestar?

Ramones. La banda de Estados Unidos que logró mayor penetración en el público argentino. Crédito: Gentileza

A mediados de la década de los 70, empezaron a observarse en el mundo los efectos de la recesión y la estanflación que provocó la crisis del petróleo, como consecuencia del conflicto árabe-israelí, de la guerra del Yom Kippur ocurrida en octubre de 1973.

Pablo Maas, en un artículo de la revista El Economista, lo explica de forma muy sencilla: "El shock petrolero de 1973 es considerado un punto de inflexión en la historia económica del siglo XX. Marcó el pasaje de una era de petróleo barato a otra de combustibles más caros. De hecho, buena parte del boom de la posguerra, los ‘30 años gloriosos’, como los llamaron los franceses, se apoyó en buena medida en la existencia de una oferta abundante y barata de petróleo que lubricó el crecimiento de la actividad y permitió financiar al Estado de Bienestar en muchas economías desarrolladas". 

La crisis trajo al neoliberalismo en los países desarrollados, con las figuras centrales de Thatcher en el Reino Unido y Reagan en EE. UU., cuyas medidas de política económica tuvieron enormes consecuencias económicas y sociales. 

Durante la década del 60, el giro cultural que había surgido con la generación beat devino en la movida contracultural y pacifista que tomó el nombre de movimiento hippie. La oposición a la guerra de Vietnam y a la carrera armamentista de las grandes potencias le otorgó legitimidad social porque además renegaba de la opacidad del materialismo y del individualismo capitalista. El hippismo planteaba un estilo de vida en comunidad; armonía con la naturaleza y un espacio social donde las drogas y la música de vanguardia ocupaban un lugar esencial; su epicentro fue la costa oeste, en particular la ciudad de San Francisco en el estado de California.

El momento culminante fue el festival de Woodstock de 1969 (en cercanías de Nueva York), donde brillaron estrellas de la música folk y rock como Janis Joplin, Bob Dylan, Joan Baez y Jimmy Hendrix. Paradójicamente, las campañas antibélicas y pacifistas tuvieron lugar en economías en expansión, por lo cual se trató mas bien de una confrontación de formas simbólicas de pararse ante la vida: consumismo frente a nihilismo.

Poco más de un lustro después, la crisis del petróleo, provocó también un sostenido aumento del desempleo, sobre todo en tradicionales regiones que poseían complejos fabriles como el británico. La recesión asfaltó el camino para la aplicación de las doctrinas económicas de shock del gobierno de Thatcher. Debido a este panorama, el futuro de las sociedades industriales occidentales se ensombreció, inundando de desesperanza a las clases medias de las grandes ciudades del mundo desarrollado. El correlato cultural de esta distopía autocumplida no tardó en emerger. 

El escenario inestable que planteaba con crudeza la crisis del Estado de bienestar, debido a la avanzada en desregulaciones sobre la legislación laboral y la economía en general, alumbraron movimientos de protesta. Uno de los más notorios a partir de 1976 fue el surgimiento de la música punk, que más que un estilo musical, se transformó en una forma de vida, donde la crudeza del sonido distorsionado de la música lo teñía todo. Desde los márgenes de la escena musical británica, hegemonizada en los 60 por el pop masivo de los Beatles y el rock desobediente de los Rolling Stones; el punk emergió como una revolución contracultural divergente que proclamó, desde una estética bizarra y posindustrial, sin eufemismos: "No future (no hay futuro)". 

La escena punk inglesa tuvo el protagonismo de bandas como los Sex Pistols, The Clash y The Damned. En particular los Sex Pistols fueron considerados la agrupación que inauguró esta corriente musical con su álbum Never mind the bollocks (Me importa un…). El tema más conocido estaba titulado sencillamente, Anarquía en el Reino Unido, y criticaba el tradicional respeto británico a la corona y al estatus quo imperante, mientras convocaba a la rebelión con una música cruda y letras explícitas de la poesía punk: Anarquía para el Reino Unido/va a llegar en algún momento y tal vez/yo me pare en mitad de la calle interrumpiendo el tráfico/Tu sueño futuro es un centro comercial. 

El auge que tuvo la banda entre el público joven y desencantado de la realidad social de fines de los 70 llevó a que su fama trascendiera fronteras. Una película que recrea el clima de la época es Sid y Nancy (1986), de Alex Cox, donde Gary Oldman interpreta a Sid Vicius (bajista de Sex Pistols) y se relata su tormentosa relación con su pareja (exgroupie) Nancy Spungen, hasta su prematura muerte por sobredosis de heroína en el 79.

La movida punk inundó las grandes ciudades europeas y norteamericanas de jóvenes con crestas en sus cabezas (mohicanas o que semejaban la estatua de la libertad), vestidos con ropas de jean, cuero y tachas; quienes vagaban y rockeaban por suburbios industriales abandonados; monumentales víctimas de la recesión, la desregulación y un incipiente exilio de empresas, debido a la deslocalización de las fábricas, hacia países en desarrollo con menores costos laborales. La estética punk construyó de esa forma una imagen postapocalíptica que influiría en el cine de principios de los 80, como por ejemplo en la saga de Mad Max, protagonizada por un joven actor australiano llamado Mel Gibson.  

El punk norteamericano ofreció bandas legendarias como Ramones y Blondie, que no se caracterizaban por su vuelo musical, sino por la potencia sonora de los riffs frenéticos de tríos de guitarra, bajo y batería. Con el tiempo surgieron distintos subgéneros de la música punk: hardcore, melódico, ska, no-wawe, skate y electro, entre los mas difundidos. Una variante curiosa y llamativa fue la movida del punk oi, que, con una música más veloz, se identificó con los movimientos de skinheads (cabezas rapadas) emparentados a ideologías de extrema derecha y neonazis que aparecieron en los 80. Estos grupos fueron producto del mismo desencanto con la situación social y pesimismo sobre un futuro sombrío, que la renovada guerra fría imponía en Europa occidental, impulsada a partir de la llegada de Reagan a la presidencia de EE. UU. y la invasión soviética a Afganistán. 

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