Jerusalén: de la partición en 1948 a la Primera Intifada

Jerusalén es una ciudad santa para las tres principales religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo. En el periodo del mundo antiguo era una de las ciudades más importantes del Oriente Medio, y de las pocas que aún existe en la actualidad. Durante siglos pasó por el dominio de imperios: asirios, persas, romanos, árabes y otomanos. Iniciado el siglo XX, el control del imperio turco sobre la región se mantuvo hasta el estallido de la Gran Guerra en 1914. La derrota otomana provocó que el Tratado de Versalles colocara a Palestina bajo el mandato británico, supervisado por la Sociedad de las Naciones (antecesora de la ONU).
Desde comienzos del siglo, tensiones entre judíos y árabes se repitieron en la ciudad. Los ocupantes británicos se veían presionados en dos frentes. Por un lado, las organizaciones paramilitares judías reclamaban un estado independiente y la libre inmigración de refugiados, principalmente de Europa del este (víctimas de pogromos), amparándose en la declaración Balfour de 1917. Por el otro, la población árabe de religión musulmana abogaba por la independencia de Palestina. Entre la población árabe también había una minoría de cristianos. En 1920 estalló la violencia con un levantamiento árabe sofocado por los británicos.
El ascenso de Hitler al poder en Alemania agravó las tensiones en Palestina, a causa de la persecución nazi a los judíos alemanes. Esto produjo el aumento de la emigración de refugiados a Palestina. En la plataforma Netflix se puede ver el estreno de la serie Miss Jerusalén, que se centra en la vida de una familia judía sefardí de la ciudad, en la primera mitad del siglo pasado. Al finalizar la II Guerra Mundial, la confianza de los judíos en una independencia de Israel como compensación por la catástrofe de la Shoah no se materializó.
Por el contrario, los británicos trataron de impedir la llegada de más refugiados, muchos de los cuales eran sobrevivientes de los campos de exterminio nazis. En ese tiempo surgió una organización sionista llamada Irgún, que realizó un atentado contra el Hotel King David, de Jerusalén -sede del mandato británico- provocando casi 100 muertos para apurar la retirada.
Con el fin de dar solución al problema de Palestina, la flamante Organización de las Naciones Unidas (ONU) propuso la partición del territorio entre un sector árabe y otro judío, dividiendo la ciudad de Jerusalén en dos partes, pero con estatus político internacional sujeto a un referendum. La mayoría de la población de la ciudad era judía (100.000 personas), por lo cual eso no fue aceptado por la Liga Árabe y llevó al conflicto que se inició a principios de 1948. Al expirar el mandato en mayo, el líder judío Ben Gurión, proclamó unilateralmente la independencia de Israel en Tel Aviv. La invasión del territorio del naciente estado por parte de sus vecinos árabes no se hizo esperar. Los combates en Jerusalén obligaron a que los judíos se hicieran fuertes en la parte occidental, pero fueron expulsados de los barrios de la zona oriental más antigua, por fuerzas de Jordania. Después de meses de guerra, la ciudad quedó dividida, pero Israel consolidó su independencia y la proclamó como su capital. Para los palestinos, el resultado del conflicto fue la Nakba (catástrofe), por lo cual cientos de miles se trasladaron a campos de refugiados en Jordania.
La tensión entre Israel y sus vecinos se intensificó después del golpe de Estado de Nasser en Egipto y su decisión de nacionalización del canal de Suez. Los alineamientos de la Guerra Fría llevaron a una carrera armamentista que para 1967 provocaron un nuevo conflicto. Las tensiones se agudizaron en mayo por el bloqueo egipcio al estrecho de Tirán, la salida al mar Rojo de Israel. El 5 de junio el Hagannah (ejército) y la Fuerza Aérea Israelí realizaron un ataque preventivo simultáneo a Egipto, Siria y Jordania, iniciando la Guerra de los Seis Días.
En Jerusalén, después de rechazar un temprano ataque jordano, las fuerzas israelíes tomaron el control de la parte oriental de la ciudad. El dominio total del área urbana por Israel inició un periodo de transformaciones edilicias y migraciones forzadas de la población árabe musulmana. En 1973 estalló la guerra del Yom Kippur. Este grave conflicto bélico tuvo como teatro de operaciones los Altos del Golán y el Canal de Suez, por lo cual Jerusalén no fue escenario de combates importantes.
En 1978, después de la firma de la paz con Egipto, las tensiones entre árabes e israelíes se trasladaron al Líbano, donde la OLP (Organización de la Liberación de Palestina) se había instalado a comienzos de los 70, luego de ser expulsados por el rey Hussein de Jordania en la masacre conocida como Septiembre Negro.
Para 1982 los conflictos se agravaron en medio de una contienda fratricida como la guerra civil libanesa, lo cual provocó una invasión israelí del sur del Líbano para proteger a la región de Galilea de ataques de la naciente Hezbollah (partido de Dios); hubo incluso combates de una guerra no declarada con Siria y la intervención de tropas norteamericanas y francesas.
Para los años 80 comenzó el ocaso del nacionalismo árabe baasista, al que nos referimos en un artículo anterior, y el surgimiento de las milicias islamistas, por impulso de la Revolución Islámica de Irán del 79. En la ocupada Franja de Gaza surgió, además, una milicia islamista similar a la del Líbano, que tomó el nombre de Hamas. Las tensiones que provocó el paulatino e incesante aumento de la colonización israelí de Cisjordania y las condiciones sociales en las que vivían los palestinos en Israel y en los territorios ocupados desembocaron en 1987 en el estallido de la Primera Intifada (levantamiento de las piedras), que se extendió rápidamente por Gaza y Cisjordania. La violencia volvió de nuevo incluso a las calles de Jerusalén, con acciones masivas de desobediencia civil y manifestaciones de la población palestina que habitaba Israel, reprimidas fuertemente por el ejército. A comienzos de 1989, el inminente final de la Guerra Fría y la retirada del apoyo militar soviético al nacionalismo árabe derivó en el aumento del poderío de los movimientos islamistas como los Hermanos Musulmanes. Al año siguiente, el líder iraquí Saddam Hussein pateó el tablero político de Oriente medio al invadir Kuwait, lo que desembocó en una nueva fase de un conflicto interminable, uno de cuyos epicentros sería la ciudad santa.