Mundiales y Guerra Fría: los conflictos y el deporte en la vidriera global

En 1939, cuando estalló la II Guerra Mundial debido a la invasión de la Alemania nazi a Polonia, solo se habían celebrado tres copas mundiales de fútbol. El primer encuentro tuvo como sede a Uruguay en 1930 y luego se desarrollaron dos consecutivos en Europa: 1934 en Italia y 1938 en Francia. A diferencia de los Juegos Olímpicos modernos, que arrancaron en 1896, en la histórica Atenas, los mundiales llevaban poca tradición de competencia y se asociaron en esos años con el poderío futbolístico de la Italia fascista, que no dudó en nacionalizar extranjeros para consolidar su hegemonía deportiva.
Hubo que esperar hasta 1950 para que la cita de Brasil retomara el calendario de encuentros mundiales de selecciones nacionales de fútbol. En Río de Janeiro se produjo el famoso Maracanazo, con la derrota brasileña ante los uruguayos conducidos por Obdulio Varela, conocido popularmente en la banda oriental como el Negro Jefe, capitán de la Celeste que obtuvo la impensada copa. En ese torneo, los grandes equipos europeos, de un continente que aún se recuperaba del trágico conflicto, fueron meros partenaires, y solo España y Suecia llegaron a la fase final, siendo arrollados por Brasil y superados con más dificultad por los uruguayos, a la postre los sorprendentes campeones.
En 1954, la primera cita mundialista de posguerra en Europa se programó en Suiza, nación tradicionalmente neutral, que no sufrió la contienda bélica en su territorio. Fue el primer torneo desarrollado con el formato de 16 equipos, distribuidos en grupos de cuatro. Se destacaron por su juego de alto vuelo, los húngaros conducidos en la cancha por Ferenc Puskas, un jugador exquisito (triunfó después en el Real Madrid); una cerebral Alemania Federal que reaparecía, el buen juego de Austria, junto a los finalistas del 50: Brasil y Uruguay.
En la final se encontraron húngaros y alemanes; allí, los del este europeo eran amplios favoritos. Pero la estrategia de los conducidos por Fritz Walter (el capitán sentimental, le decían), pudo más que la sinfonía de la orquesta húngara. Una sorpresa de las dimensiones del Maracanazo, que sirvió para llevar alegría a los habitantes de un país que apenas se recuperaba del desastre bélico y enfrentaba el hecho consumado de la división en dos, incluida su capital Berlín a causa de la guerra fría. Dos años más tarde, el equipo húngaro sufrió las consecuencias de la represión de la revuelta de su país, aplastada por los tanques del Pacto de Varsovia en octubre de 1956. La diáspora de sus jugadores terminó con la leyenda del equipo de Puskas y sus talentosos compañeros.
Cuatro años pasaron y el torneo se mudó a Suecia, otro importante país neutral en la II Guerra Mundial. El torneo contó con el debut de la Unión Soviética y la curiosa presencia de tres equipos británicos: Inglaterra, Irlanda del Norte y Gales, entre 16 participantes. Brasil llevó un renovado equipo, donde se destacaba un joven de 17 años al que apodaban Pelé, mientras que Francia reaparecía con un once que presentaba un delantero temible llamado Just Fontaine, quien consiguió 13 goles en 6 partidos, aunque a los galos solo les alcanzó para ser terceros en el podio. Los soviéticos sorprendieron clasificando en el grupo de Brasil, relegando a Inglaterra al tercer lugar. Los otros dos equipos de las islas, sin embargo, se clasificaron para cuartos de final. A la final llegaron los locales y Brasil, donde los conducidos por Pelé golearon 5 a 2 a los suecos, en la final con más goles de la historia, hasta la actualidad.
La década del 60 comenzó con el Mundial de vuelta en Sudamérica, donde Chile obtuvo la organización, aun con dudas de la FIFA. Las sedes se programaron en Santiago, Viña del Mar y Rancagua, pero la cuarta se trasladó hasta Arica, en el extremo norte del país, una ciudad que era territorio peruano antes de la Guerra del Pacífico. Al Cono Sur, llego el Brasil de Pelé con la intención de revalidar el título del 58, mientras que creció la participación de los países del este europeo con la presencia de la URSS, Hungría, Checoslovaquia y la Yugoslavia disidente del Mariscal Tito. Los mejores equipos clasificaron a las semifinales: los brasileños (sin Pelé, lesionado y reemplazado por un gran Amarildo), checos, yugoslavos y sorpresivamente los chilenos. Al final se impuso el talento explosivo de los brasileños, por sobre el buen juego de los europeos del este.
La compleja década del 60 tuvo finalmente su mundial europeo en Inglaterra, la cuna del fútbol moderno. Como Brasil, era el vigente campeón, la cita británica tuvo cuatro representantes sudamericanos: se clasificaron Argentina, Chile y Uruguay. Hungría y la URSS representaron al fútbol del este, junto a una ignota Corea del Norte comunista, de la que poco se sabía, pero que sorprendería al mundo eliminando a Italia en zona de grupos, con un gol de tiro libre de un delantero que era odontólogo de profesión.
Del sur del viejo continente, llegó Portugal con un gran delantero de una de sus colonias (Mozambique) llamado Eusebio, estrella del Benfica, campeón de Europa. Su descollante actuación anticipó lo que sobrevendría en las décadas siguientes en el fútbol mundial con los jugadores oriundos de colonias africanas y caribeñas en selecciones europeas. El Mundial inglés pasó a la historia por la sospecha hacia los árbitros, sobre todo en los cuartos de final cruzados: Argentina-Inglaterra, arbitrada por un alemán, y Alemania-Uruguay, con árbitro inglés. En la primera fase, Brasil fue eliminado con sus figuras muy golpeadas, a causa de la permisividad de los jueces, frente a las patadas de búlgaros y portugueses.
En semifinales, Inglaterra eliminó a la sorpresiva Portugal, mientras que Alemania Federal triunfó, en un épico partido ante una gran Unión Soviética de uno de los mejores arqueros de todos los tiempos: Lev Yashin. En un controvertido partido final, la Unión Jack tricolor ondeó en lo más alto por primera y única vez en los Mundiales, incluso con un tercer gol que la mayoría creo que no pasó nunca la línea de sentencia. La semana que viene, completamos esta historia, hasta 1990, primera cita del fútbol mundial posguerra fría concretada en Italia.