La juventud, en la posmodernidad: claros y oscuros del fin de siglo

Nos alegra volver a encontrarnos después de unos días de vacaciones para completar el recorrido de la categoría juventud, al cual dejamos estacionado a comienzos de los años 70 en el artículo anterior de Encrucijadas del siglo XX. En los inicios de aquella década surgieron problemas en las economías de los países occidentales, después del boom de crecimiento de los dos decenios de posguerra mundial. Influyó fundamentalmente la crisis del petróleo provocada por el embargo de la OPEP, que disparó el precio del crudo a niveles críticos.
La situación planteada fue de tal magnitud que puso en cuestión al relato del progreso sostenido anclado en las perspectivas racionalistas pregonadas por los pensadores que cimentaron la idea de modernidad desde la Revolución Industrial. A mediados de los 70, esta situación germinó un nuevo concepto, que muchos intelectuales dieron en llamar: la posmodernidad.
Una idea que puso en revisión a los grandes relatos de la modernidad occidental sobre el progreso sostenido de la humanidad como proyecto colectivo y trajo como consecuencia una crisis de esos valores, lo que propició la emergencia del individualismo, con una crítica a la racionalidad, pero también a las mencionadas utopías rectoras del pensamiento moderno.
Este movimiento en el mundo del pensamiento también tuvo su correlato en los acontecimientos del mundo real, entre ellos, por supuesto, el de la juventud. Veamos. Las dificultades económicas y sociales trajeron aparejada diferentes impactos: el desempleo, la falta de perspectivas de ascenso social, y la profundización de las desigualdades sociales entre las clases más favorecidas con acceso a la educación y el consumo, y la mayoría de la población. Para comienzos de los 80, la profundización de la inestabilidad política y la recesión contribuyó al surgimiento de una corriente conservadora en el mundo occidental liderada por Reagan y Thatcher, que propiciaron un neoliberalismo inspirado en las ideas económicas de los Chicago Boys y la escuela austríaca.
En Gran Bretaña, durante 1976, se dio el primer acontecimiento significativo en lo contracultural. Allí, los suburbios industriales dieron origen a un movimiento con ideas y estética particulares. Así lo señala, el citado autor catalán Feixa: "Después de la explosión de los Sex Pistols, nace en los barrios sudoccidentales de Londres, y en el entorno de King’s Road, un nuevo estilo bautizado con el significativo nombre de punk (literalmente: basura, mierda). Su difusión fue rapidísima: con los vientos de crisis, la provocación como bandera y una música electrizante y simple que recupera la onda rebelde del rock". La proclama social más significativa del punk era muy sencilla: ¡No future! (no hay futuro). Fundado en las perspectivas culturalistas, Feixa plantea que el estilo antisistema del movimiento conformó sobre todo una resistencia ritual a la crisis del Estado de bienestar y al final de los años dorados de opulencia en el mundo occidental.
La década del 80 trajo aparejada la aparición del neoliberalismo y el resurgimiento de la Guerra Fría, debido a la invasión soviética de Afganistán. Reagan, considerado un halcón republicano, se plantó ante la URSS que pasaba por una crisis de liderazgo, hasta la llegada de Gorbachov al poder, en 1985, y el inicio el proceso de distensión con la aplicación de la perestroika. Para Feixa, el avance del neoliberalismo a mediados de los 80 acentuó en los entornos juveniles una creciente desocupación, crisis en los movimientos contraculturales y, en muchos casos, el retorno a la dependencia económica familiar, lo que redundó en un ocaso de las rebeldías de juventud, que tuvieron su auge en los años 60. En definitiva, lo que expuso esta situación era la desconfianza en las esperanzas de cambio que tuvieron protagonismo 20 años atrás.
En el entorno estético y musical, entre las corrientes que reflejaron esta época, se destacó por sobre todas el new wave (nueva ola). Este estilo condensó y resumió influencias de sus predecesores, el rock clásico de los 70, la música disco y el punk; y a su vez derivó y se intercambió en nuevas experimentaciones como el rock gótico (dark), el ska, el reggae, el postpunk y los inicios de la música electrónica. El antropólogo cita en su artículo un informe de la Unesco de 1983 sobre la juventud, que señala: "Ni el enfoque ni el lenguaje característicos de la década de los 60 parecen adaptarse a las nuevas realidades que la juventud tendrá que afrontar en la década que empezamos. En el 68 se hablaba de confrontación, protesta, marginalidad, contracultura... en definitiva, era un lenguaje que denotaba una confianza posible en un cambio hacia un mundo mejor. Tal vez en el próximo decenio las palabras claves que experimentarán los jóvenes serán: paro, angustia, actitud defensiva, pragmatismo, incluso supervivencia".
La juventud de los 80 se planteó una actitud más cínica ante la vida, que se puede plantear desde nuestra humilde perspectiva como una conjunción de desesperanza ante el futuro, pero con diversión desenfrenada. A esto se sumó la aparición de las drogas sintéticas que se emparentaron desde sus inicios con la música electrónica. En la película de Michael Winterbottom de 2002, 24 Hours Party People (La fiesta interminable) se ve reflejado un claro ejemplo de esta etapa. El filme narra la historia del sello Factory Records de Manchester, donde se relata el surgimiento y auge de la banda de culto Joy Division, cuyo líder Ian Curtis es considerado uno de los fundadores del Brit Pop. El título resume la histeria del momento: fiesta, música, sexo, drogas y alcohol; para vivir el presente y no preocuparse por el futuro; incluso con la aparición del virus del sida.
Finalmente, en su texto, Feixa analiza la proliferación de estas nuevas segmentaciones estéticas y sociales entre los jóvenes ochentosos, lo que a su criterio llevo al sociólogo francés Maffesoli a afirmar que estas microculturas juveniles se transformaron en tribus, nacidas y consolidadas en los bordes del mundo del consumo y los rituales contraculturales. Esta idea, a partir de los 90, cobró protagonismo para estudiar la categoría juventud.
La semana que viene cerramos esta serie analizando lo que deparó a los jóvenes el fin de la Guerra Fría y la profundización de la globalización de los 90.