Grandes inventos: la aviación poniéndole ciencia y racionalidad al sueño de Ícaro

Iniciamos esta semana una serie sobre los grandes inventos que transformaron a la humanidad en el siglo XX. Ahí vamos.
Dentro del universo de la mitología griega antigua, la historia de Dédalo e Ícaro cuenta el escape de ambos -padre e hijo- de la prisión donde fueron conducidos por orden del rey Minos, en la isla de Creta. Con la imposibilidad de atravesar el mar, se construyeron unas enormes alas imitando las de las aves, con plumas de pájaros unidas por cera. Al emprender el vuelo para huir de la isla, Ícaro se sintió en plenitud, pero Dédalo le advirtió que no volara muy alto porque el calor del sol derretiría la cera, y se desprenderían las plumas. El final es conocido: Ícaro no obedeció a su progenitor; al sentirse atraído por el sol, encontró su fin precipitándose al mar Mediterráneo.
Como el famoso mito griego que resumimos, la ambición del ser humano por volar se remota a la antigüedad. Aunque hubo que esperar hasta el siglo XVIII para la invención del globo aerostático, dispositivo que las personas pudieron usar para ascender en el cielo. En la centuria posterior, se le encontró el uso militar con el fin de observar a distancia los movimientos del enemigo desde las alturas. Un desarrollo más sofisticado fue el dirigible o zepelín, que -a diferencia del globo de helio- portaba un motor. No obstante, el problema tecnológico a resolver era cómo hacer volar un objeto más pesado que el aire. Los avances científicos que ocurrieron durante la Segunda Revolución Industrial -después de 1850- produjeron avances y perfeccionaron globos y planeadores, pero el obstáculo era remontar el vuelo con la fuerza propia del aparato. Hubo muchísimos e ingeniosos inventos en distintos lugares del mundo.
A fines del siglo XIX, dos hermanos apellidados Wright fabricaban bicicletas en Dayton, Ohio, al norte de EE. UU. Su sueño era fabricar una máquina que remontara vuelo, y para ello experimentaron con planeadores. Desde 1899, se trasladaron a la costa atlántica de Kitty Hawk (Carolina del Norte), donde probaron varios prototipos de naves voladoras, eligiendo ese lugar porque contaba con vientos todo el año y ello ayudaría en las pruebas. Después de años de experimentos, en diciembre de 1903 Orville Wright se convirtió en el primer ser humano en volar en una máquina más pesada que el aire, bautizada Flyer. Junto con su hermano Wilbur produjeron un hito histórico, que significó un punto de inflexión para el mundo del transporte, los viajes de grandes distancias y la guerra industrial. Vale aclarar que ambos emprendedores tuvieron pocos testigos en esas ventosas costas. Fue el brasileño Santos Dumont el primero que voló un aparato a motor ante cientos de personas en París, a finales del verano boreal de 1906.
El suceso que provocó la hazaña de los Wright se esparció por el mundo, lo que dio impulso a muchos inventores a desarrollar nuevas máquinas. Apellidos como Bleriot y Farman -en Europa- o Chávez y Newbery -en Latinoamérica- se asociaron con la gloria de los pioneros en la empresa de volar y verlo todo desde arriba. Una cuestión relevante, que ocurrió en las primeras décadas del siglo XX, fue el protagonismo de mujeres pioneras en el mundo de la aviación. Una de las primeras en 1909 fue la baronesa Laroche (Francia), pero la más conocida en la primera mitad del siglo fue la norteamericana Amelia Earhart, una tenaz y aventurera escritora que se enamoró del arte de volar y conquistar récords. Fue la primera mujer que realizó un vuelo transatlántico en solitario, emulando la hazaña de Charles Lindbergh. En julio de 1937 desapareció sobre el océano Índico durante una travesía que había iniciado en Nueva Guinea. Era un proyecto de circunnavegación del planeta que se propuso como objetivo. Sus restos nunca fueron encontrados.
El fenómeno de la aviación cobró un enorme valor en la segunda década del siglo XX cuando fue evidente su potencialidad para el uso militar de esos aparatos más pesados que el aire, al estallar en 1914 la I Guerra Mundial. Los aeroplanos se utilizaron primero como puestos de observación móviles de altura, y al cabo de unos pocos meses -al ser dotados de armamento y bombas- mutaron a herramientas de combate. No obstante, de acuerdo con los historiadores militares, los primeros en utilizar la aviación en un conflicto bélico fueron los italianos en la guerra colonial de Libia, y también los búlgaros contra las posiciones otomanas en la contienda de los Balcanes, previa al magnicidio de Sarajevo. Los armeros franceses fueron los pioneros en montar una ametralladora en un avión que disparara al frente, sobre las alas; pero el ingeniero alemán Fokker perfeccionó el método sincronizando los disparos del arma con el paso de las aspas de la hélice, a fin de que el piloto pudiese maniobrar mejor y al mismo tiempo ser más certero para impactar al enemigo. Una nueva era de la guerra industrial comenzó con la irrupción de cazas y bombarderos, que se contaron por miles en los cielos de Europa.
La literatura y la prensa de la época romantizaron la figura de los pilotos de combate de aquella etapa debido a que la mayoría de los aviadores provenía de clases altas de Alemania, Gran Bretaña y Francia. Como una especie de reversión de las historias de caballería de la Edad Media, las batallas entre los biplanos sobre los campos de Verdún y el Somme intentaron diferenciarse de la tragedia y la muerte en el barro y la basura de la guerra de trincheras. El ejemplo más claro de esta idea se ve en la figura de Manfred von Richthofen, conocido mundialmente como el Barón Rojo, por los colores que adornaban su Fokker triplano. Fue responsable de casi 80 derribos de aparatos aliados. Nacido en Breslavia, Silesia, cuando era territorio alemán (hoy es Wroclaw, Polonia), este ulano comandó el Circo Volador, que causó estragos en los campos de batalla de Francia. Fue muerto por un piloto canadiense en 1918, a pocos meses de la derrota alemana. Con estas leyendas, el mundo de la aviación dio un salto tecnológico gigantesco durante la guerra. Para 1920 los aviones de tela y madera fueron dando paso a los fuselajes metálicos, movidos por motores cada vez más potentes. El mundo ya no sería el mismo con la irrupción de la aeronáutica tanto en épocas de paz como sobre todo y trágicamente en las guerras.