Dos años recorriendo las encrucijadas del siglo pasado

En 2021, atravesando aún la etapa más compleja de la pandemia, nos animamos a arrancar con esta columna semanal, gracias al apoyo inestimable de Raúl Mendoza y todo el gran equipo que hace día a día República de Corrientes. Mi no tan intensa trayectoria en el periodismo siempre estuvo ligada a la radio, en distintos formatos, pero la propuesta de Raúl me permitió combinar algunos quehaceres que me apasionan: la prensa temática, la historia política y social del siglo XX y el análisis, un poco más académico, de la cultura y la sociedad contemporánea. La posibilidad de escribir artículos periodísticos por fuera de la agenda mediática es algo poco común en provincias, aunque producir contenidos, de cualquier tipo, no es nunca una tarea sencilla.
Analizando los acontecimientos que han ocurrido desde febrero de 2022, al producirse el ataque de las tropas rusas a Ucrania, aquellas imágenes nos transportaron hacia un pasado que parecía lejano, pero, por el contrario, la guerra nos demostró que muchas heridas aún siguen abiertas y también existen cuestiones no saldadas que tuvieron origen en el siglo pasado. Esto nos lleva a pensar que los acontecimientos que tuvieron lugar durante la centuria anterior fueron de enorme trascendencia.
A comienzos del siglo XX, el sistema de países planetario estaba hegemonizado por las grandes potencias, algunas de las cuales eran grandes imperios, y las otras, repúblicas que podríamos considerar democráticas, como el caso de Francia y EE. UU. No obstante, la carrera armamentística y los avances tecnológicos aceleraron la crisis del poder, lo que condujo a la primera gran conflagración mundial. El mundo moderno ingresó de esa forma en la etapa más oscura de su historia. La hecatombe que produjo la Gran Guerra dio lugar a la emergencia de los totalitarismos, a derecha e izquierda.
Primero ocurrió la Revolución bolchevique de Rusia, en 1917, lo que derivó en una sangrienta y atroz guerra civil hasta que en 1921 se consolidó la URSS como Estado, donde imperó el socialismo real de economía planificada. En 1922, la crisis de la monarquía italiana posibilitó que un audaz líder carismático como Benito Mussolini impusiera poco a poco la dictadura fascista en la península. En 1933 completó la triada totalitaria el ascenso de Hitler a la Cancillería alemana. Estos procesos convergieron con la crisis de legitimidad de las democracias liberales, que se profundizó con el crack de 1929 (caída de Wall Street) que inauguró un lustro de extendida recesión en los países capitalistas, centrales y emergentes.
Para 1936, el estallido de la Guerra Civil Española fue la antesala del infierno que se desataría desde el 1 de septiembre de 1939, cuando la Wehrmacht cruzó la frontera polaca. En poco más de un año, el imparable blitzkrieg teutón se hizo con la Europa occidental continental. Pero ello, también fue la previa del feroz enfrentamiento entre nazismo y comunismo que comenzó en junio de 1941 con el inicio de la operación Barbarroja (invasión a la Unión Soviética). La impensada alianza entre los tres grandes: Churchill, Stalin y Roosevelt, este último se sumó luego de la agresión del Japón imperial. El acuerdo selló el destino de Hitler, porque quedó claro que la potencia industrial de EE. UU. sería imposible de igualar por una Alemania con guerra en dos frentes.
La debacle de las potencias agresoras del Eje fue la masa madre de un mundo nuevo. A partir de 1945, la alianza liberal – comunista que ganó la guerra se tradujo, en cuestión de semanas después de la victoria, en recelo y desconfianza mutua. El peligro inminente, nunca concretado (hasta ahora) de una tercera guerra mundial, derivó en una contienda nunca vista: la Guerra Fría y la posibilidad de la DMA (MAD por su sigla inglés, un acrónimo de "loco") destrucción mutua asegurada. El planeta se partió en dos grandes bloques: las democracias capitalistas lideradas por EE. UU. y su poder militar, económico y fundamentalmente su mainstream cultural que se expandió por lo que ellos mismos nominaban como el mundo libre, con el impulso irrefrenable de la cultura pop y el american way of life. En el otro lado, las democracias populares de economía planificada, como fue por ejemplo la República Democrática Alemana, se transformaron en estados opacos y cerrados, donde la menor disidencia era motivo de sospecha.
Una consecuencia menos evidente, pero que transformó también gran parte de la geografía planetaria, la conformó el proceso de descolonización de la posguerra, debido a la debacle de los imperios y la imposibilidad de seguir controlando sus posesiones de ultramar. Fuera del escenario principal del conflicto este–oeste, los enfrentamientos fueron bien calientes, muchas veces debido a los frentes de liberación nacional. En Corea, Vietnam, Oriente Medio, Cachemira (frontera indopakistaní), entre otros enfrentamientos la violencia muchas veces fue alentada e incluso financiada por alguna de las superpotencias.
La crisis de los años 70 provocó que el estado de bienestar, producto también de la posguerra, entrara en crisis, y occidente pariera una nueva revolución conservadora de la mano de Reagan y Thatcher a comienzos de los 80. El influjo neoliberal también produjo la crisis de la socialdemocracia europea, y el otrora poderoso y amenazante eurocomunismo se viera arrastrado por la lenta agonía del modelo del socialismo real que eternizó la palabra rusa perestroika. En 1989 la caída del simbólico Muro de Berlín puso punto final a la Guerra Fría inaugurando una etapa hegemónica conocida, entre otras cosas, por el denominado Consenso neoliberal de Washington. Según autores como Fukuyama y Sorman, parecía que la historia se acababa, aplastada como la rebelión estudiantil de Tiananmen. Pero ocurrió algo impensado allá por 2001. Mientras EE. UU. y Europa se distraían en la nueva guerra contra el terrorismo, China adoptaba la economía de mercado y torcía otra vez la historia.
Imposible pensar que todo lo que aquí resumimos pasó en un siglo, pero así fue. Por eso queremos narrarlo.
Gracias por seguirnos. Hasta la semana que viene. n