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AÑOS DE MILITANCIA

“No somos proaborto, somos prodespenalización”

La protagonista detrás de una de las imágenes más compartidas de la última marcha de los pañuelos verdes en Corrientes, Martina Vargas, explica y ejemplifica su perspectiva sobre la interrupción legal del embarazo.

La protagonista detrás de una de las imágenes más compartidas de la última marcha de los pañuelos verdes en Corrientes, Martina Vargas, explica y ejemplifica su perspectiva sobre la interrupción legal del embarazo.

Martina Vargas tiene 71 años, es madre y está jubilada tras una larga carrera dedicada al trabajo social. Se desempeñó en la Municipalidad de la ciudad desde el año 1980 y el contacto con realidades extremas sobre la salud de las mujeres la llevó a transformar y profundizar sus convicciones.

En la marcha del último viernes, la imagen de Vargas –de cabellos grises y mirada interpelante– frente a un policía motorizado que intentaba interrumpir la manifestación, circuló por las redes sociales y algunos medios locales. Sosteniendo el típico pañuelo verde, la escena hace pensar que, si bien los modos de manifestarse se reinventan, los asuntos irresueltos detrás son de larga data y trascienden las generaciones.

En una charla con República de Corrientes, Vargas explicó que “para ninguna mujer es bueno el aborto, pero la que tiene dinero lo resuelve en una clínica, bien atendida, con la seguridad que debe tener, y la que es pobre, claramente no”. 

Una mujer en circunstancias de vulnerabilidad social, ejemplificó, quizás “empieza tomando los tecitos que ella conoce, que le enseñaron las abuelas, y sigue progresivamente, con la desesperación, hacia otras prácticas peligrosas”. La presencia de métodos caseros, transmitidos entre generaciones, son otro indicio de la existencia real y arraigada de la problemática.

 

Para ninguna mujer es bueno el aborto, pero la que tiene dinero lo resuelve 
en una clínica

Martina Vargas
MADRE JUBILADA

 

Con una carrera dedicada a atender asuntos sociales, Vargas se enfrentó a situaciones de todo tipo, y las vinculadas a la salud reproductiva no fueron la excepción. “Una vez, haciendo visitas domiciliarias, me confiaron que estaban haciendo de todo para abortar. Quedó embarazada del noveno, era ladrillera, pisaba el barro con los pies y por ese trabajo, el último hijo de recién cinco meses, había nacido con una prematurez muy extrema”.

En situaciones de ese tipo, explicó Vargas, “al no estar legalizado el aborto, se corre el riesgo de que si uno lo da a conocer puede recibir violencia, tanto la que lo cuenta como la persona que lo está realizando”.

Un día que visitó a esa mujer la encontró con temperatura, llamó urgentemente a una ambulancia y la acompañó a internarse. “En ese caso hubo solución, pero tuve que esperar a que tenga fiebre para llevarla y que la acepten”, se refirió, e insistió: “Eso no puede ser así, esa mujer tenía ocho hijos, era inconcebible, aberrante que se quedaran sin madre, desatender una situación de salud reproductiva de la cual debe hacerse responsable el Estado”.

“Dicen que hay que defender las dos vidas, esa vida no la defienden, no están en el saco de esa mujer, no les preocupa. Entonces, la vida de esa mujer no cuenta. Y la que muere, generalmente, es una mujer muy humilde, que no puede pagar una clínica”, sostuvo Vargas.

“Pero también pueden morir las hijas de familias cristianas que se tienen que esconder para abortar, y tuvimos casos así en Corrientes”, mencionó, y citó un caso -de tantos- que trascendió hace algún tiempo: “Una familia de clase media que podía haber pagado una clínica, pero por el miedo a la violencia, la acusación, fue a un lugar donde una mujer le puso un perejil que le ocasionó una infección y la muerte”. 

“La que es hija de familias con esos mandatos sociales se tiene que esconder y eso es gravísimo también, los propios padres hacen que se pongan en riesgo, eso es ser malos padres”, afirmó Vargas.

“No somos proaborto, somos prodespenalización, somos pro aborto legal, porque la práctica existe y nadie se puede meter en la vida de esa mujer que aborta. Porque es la vida de esa mujer y es una decisión que la pone en riesgo en los casos de la clandestinidad”, sostuvo.

Vargas hizo hincapié en la importancia –y urgencia– de la Educación Sexual Integral. Basada en su experiencia indagando en la ciudad, contó sobre la escasa –y muchas veces errónea– información con la que cuentan sobre todo los jóvenes, mujeres y varones, sobre la salud reproductiva.

“La resistencia de hombres a usar preservativo o la prohibición a sus parejas de usar métodos anticonceptivos son otras facetas de un mismo problema, atravesado por los prejuicios y sobre todo por el machismo”, explicó.
“El aborto se practica a un embrión, no a un bebé. En la medida en que la mujer reciba educación sexual y pueda prevenir, no va a tener necesidad de ir a abortar un embarazo más grande”, señaló, y apuntó a la necesidad de profundizar en la enseñanza y la atención precoz.

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ABORTO LEGAL