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Encrucijadas del siglo XX

La música como industria: del tocadiscos al sonido digital

Con este artículo de hoy finalizamos la serie sobre producción masiva, refiriéndonos a una de las actividades más populares de la vida cotidiana de los seres humanos. Se trata del consumo de una de las expresiones artísticas más antiguas que se pueden rastrear hasta el comienzo de los tiempos y al surgimiento de las primeras civilizaciones; no caben dudas de que es la música.

Sin embargo, durante muchos siglos, solo podía escucharse una melodía si era reproducida en vivo al no existir dispositivos de reproducción manufacturados que pudieran usarse. Hubo que esperar hasta la segunda mitad del siglo XIX hasta que se inventara un aparato para el registro de sonido y la reproducción posterior: en 1877 Thomas Edison presentó el fonógrafo.

Una década después, el alemán Berliner inventó el gramófono, un aparato que reproducía la música grabada en un plato giratorio: el primer disco de la historia. Con el tiempo, el gramófono terminó imponiéndose comercialmente por su menor complejidad y costo a la hora de copiar discos del original grabado. 

Ambos dispositivos reproducían vibraciones mecánicas de ondas sonoras grabadas al mover una púa que pasaba por los surcos tallados en forma de espiral en un disco de hierro, que giraba a una velocidad constante determinada -generalmente de 78 RPM-; aunque a menor velocidad el disco alcanzaría mayor duración. La característica física más recordada de estos aparatos era la bocina en forma de flor que emitía el sonido.

Pero la innovación que cambió la historia de la reproducción de música fue el grabador eléctrico, que reemplazó al mecánico en los discos. Hasta la llegada del tocadiscos eléctrico, tener un gramófono o fonógrafo era un lujo de clase alta o media muy acomodada, junto al elevado costo de los discos primitivos. Las clases populares debían conformarse con escuchar música cuando la transmitían en la radio o escucharla en vivo en ferias o fiestas comunitarias. 

Por ello causó impacto el tocadiscos eléctrico que funcionaba con válvulas y tenía un plato giratorio donde se colocaban los LP (larga duración) que giraban a 45 o 33 RPM. Asimismo, la electricidad permitió también introducir la novedad de la regulación del volumen.

El tocadiscos revolucionó el mercado de la música porque junto con su popularización para los años 40 en EE. UU. -y en las décadas siguientes en el resto del mundo-, emergió también un nuevo producto: el vinilo. El disco de vinilo lo introdujo Columbia Records en 1948 mejorando al que se utilizaba antes, hechos de goma laca. El vinilo de policloruro poseía surcos de menor tamaño, siendo un material muy robusto, por lo que conservaba por mucho más tiempo la calidad del sonido.

En esos años surgieron otras discográficas, como RCA Víctor y Capitol, que acapararon el negocio de la grabación de discos junto a Columbia.

A mediados del siglo pasado, una gran empresa de telecomunicaciones norteamericana, Bell, introdujo los transistores para reemplazar a las válvulas de gran tamaño. Estos dispositivos se popularizaron porque permitieron reducir el volumen físico de radios y tocadiscos al desechar el uso de las válvulas.

En los 60 otra empresa importante pero en este caso europea, la Phillips holandesa, introdujo el casete de cinta compacta, un derivado del magnetófono de cinta abierta que ya se usaba. El dispositivo era una caja de plástico cerrada herméticamente y que contenía una cinta de película magnética donde estaba la grabación.

Con el tiempo llegó al mercado la cinta virgen, que permitió realizar grabaciones caseras impulsando las ventas de sus mayores fabricantes, Maxell y TDK. La combinación de los aparatos más compactos que implicó la introducción de los transistores y el casete produjeron una revolución comercial de la industria de la reproducción musical, que facturó miles de millones de dólares. 

En primer lugar, surgió el radiograbador, que fue presentado por Phillips en 1966. En los años 70 el mercado mundial se inundó de dispositivos de origen japonés con una fabricación de alta calidad a un costo accesible, por lo que marcas como Sony, Pionner y JVC se popularizaron rápidamente en las clases medias, sobre todo entre los jóvenes consumidores de clases trabajadoras, fanáticos de la música rock y pop, que adquirían millones de casetes de sus artistas y bandas favoritas, al ser de mucho menor costo que los vinilos.

Otra novedad tecnológica fue que los aparatos funcionaban alimentados a pilas (baterías) alcalinas, lo que permitió la movilidad, es decir la posibilidad de llevar la música a todas partes sin necesidad de estar conectado a la red eléctrica.

En 1979, la empresa Sony introdujo un dispositivo de pequeño tamaño de sonido estéreo portátil que portaba auriculares. Se lo conoció como walkman y en los años 80 se popularizó mundialmente entre los jóvenes y no tan jóvenes aumentando aún más el consumo de esos fetiches tecnológicos.

La portabilidad de la música, que derivó de la avanzada tecnológica, influyó fuertemente en la cultura urbana de las grandes ciudades, donde los dispositivos eran una compañía inigualable para las personas, que recorrían grandes distancias en el transporte público para ir al trabajo, a estudiar o en los momentos de ocio.

Los estéreos (radiograbadores) de grandes dimensiones y alta calidad de sonido impulsaron incluso la cultura hip hop y el breakdance en los suburbios de las grandes urbes estadounidenses y de otros países occidentales, posibilitando a millones de jóvenes ocupar espacios públicos con su danza y música pegadiza y generó una moda que aún persiste.

La evolución de la industria informática y el recurso de la digitalización impactaron hacia fines de los años 90 en la industria musical porque se aceleró la investigación para poder grabar música digitalmente en los discos duros de las computadoras.

Sin saberlo, los innovadores en el rubro cambiarían para siempre el mundo del consumo musical con la introducción primero del disco compacto y por sobre todo con los archivos de música digital, que con la irrupción de Internet pusieron al negocio de la música patas para arriba. 

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