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Identidad y cultura

El carnaval se tiñó de devoción con la emotiva representación del Gauchito Gil

La comparsa Ará Berá presentó Grito sagrado, un homenaje a los ídolos y santos populares del país. En cada movimiento del bailarín, Marcelo, hay un eco de historia, comunidad y fe que invita a todos a ser parte de esta celebración única.

En el vibrante corazón del carnaval correntino, donde la alegría y la tradición se entrelazan en un hermoso baile de colores y ritmos, la figura del Gauchito Gil se alza con fuerza, simbolizando la devoción y la identidad de un pueblo que celebra su cultura a lo grande. 

Este año, la comparsa Ará Berá llevó esta representación a un nuevo nivel, gracias a la extraordinaria personificación de Marcelo Meza, quien logró capturar no solo la apariencia del santo pagano, sino también su esencia protectora y justiciera.

Desde el momento en que se anunció que sería el Gauchito Gil, Marcelo sintió una mezcla de sorpresa y emoción. "La confección del traje se inició en noviembre, cuando me entregaron el diseño", relató, en diálogo con República de Corrientes. 

Este proceso meticuloso fue llevado a cabo por la talentosa coordinadora Mara Lezcano y Carlos Martínez, encargado del espléndido emplumado y la estructura del traje.

Con una altura impresionante de casi dos metros, Marcelo no solo se presenta como un personaje icónico, sino que también se convierte en un símbolo viviente de fe y tradición.

 

"Todavía no caigo y estoy sorprendido por la recepción del público"

MARCELO MEZA
COMPARSERO

 

El traje, que alcanza alrededor de cuatro metros de alto por cuatro de ancho, está adornado con plumas naturales y artificiales que brillan bajo las luces del corso. A pesar de su peso considerable, Marcelo se siente cómodo en él: "Está tan bien confeccionado que calza bien sobre mi cuerpo", aseguró. Aunque ensayó diversos pasos para mostrar su destreza en el baile, las limitaciones del traje lo llevaron a sacrificar parte de su actuación para poder ofrecer una experiencia visual espectacular al público.

"Disfruto tanto que sacrifico mi parte de baile para poder darle a la gente", confesó.

Pasión carnavalera

A sus 51 años, Marcelo Meza ha dedicado gran parte de su vida al carnaval. Desde los 24 años estuvo presente en cada edición, convirtiéndose en solista desde 2008. Su pasión por Ará Berá es evidente; recuerda con nostalgia su primer encuentro con la comparsa en 1995 por la avenida 3 de abril: "Desde ahí dije: esta locura no me lo pierdo nunca". Cada año espera con ansias esta festividad, que le robó el corazón y lo mantuvo conectado con sus raíces.

El carnaval correntino no es solo una celebración; es un verdadero patrimonio cultural inmaterial de la humanidad que permite a los habitantes expresar su identidad y fe.

Con representaciones como la de Ará Berá, los participantes rinden homenaje a sus tradiciones y también crean una conexión profunda entre las generaciones pasadas y futuras.

La presencia del Gauchito Gil en esta fiesta resuena con cada latido del tambor y cada paso de baile.

Marcelo reconoce que su experiencia es única: "No soy creyente del Gauchito, pero respeto a la gente que cree en él". Sin embargo, eso no le impide sentir el cariño del público durante su paso por el corso. La emoción se siente palpable: "Todavía no caigo y estoy sorprendido por la recepción del público", comentó, con una sonrisa.

La comparsa Ará Berá consolidó su compromiso con la cultura popular mediante esta representación emotiva. En cada movimiento de Marcelo como el Gauchito Gil, hay un eco de historia, fe y comunidad, que invita a todos a ser parte de esta celebración única. Así, el carnaval se convierte en un espacio donde cada participante puede expresar su amor por sus raíces mientras el público disfruta de una experiencia inolvidable.

Con respecto al gasto del traje, comentó: "Para muchos, la inversión es equivalente a lo que otros ahorran para un viaje o una experiencia de vida. Un comparsero ahorra y se sacrifica no solo por el traje en sí, sino por la oportunidad de representar a su comparsa y compartir su pasión con el público. 

En el mundo del carnaval, cada pluma, cada destello de brillo y cada detalle en el diseño son testimonio del compromiso profundo que los artistas tienen hacia su arte y su cultura. Para ellos, el traje es más que un simple vestuario; es una extensión de su identidad y un símbolo de su dedicación".

"El costo del traje superó varios millones, una cifra que podría parecer exorbitante a simple vista. Sin embargo, detrás de esta inversión se encuentra un equipo talentoso que ha trabajado incansablemente para crear una obra maestra visual. El proceso de confección no solo implica la compra de materiales de alta calidad, sino también horas y horas de trabajo colaborativo entre diseñadores y artesanos. Cada centavo invertido en el traje es un reflejo del esfuerzo colectivo que se traduce en una experiencia inolvidable para todos los asistentes al carnaval. Así, lo que para algunos podría ser un gasto desmesurado, para los comparseros representa la culminación de años de pasión y entrega", dijo.