Ian Ferreyra: del Club Juventus a la selección argentina de sordos en básquet
El campeón, de 14 años, demuestra que la discapacidad no es un límite, sino una perspectiva diferente. Su conexión con el deporte, comunicándose a través de señas y gestos, es un ejemplo de cómo la adaptabilidad y el apoyo mutuo construyen una sociedad más inclusiva y un futuro con oportunidades.

En las canchas del Club Deportivo Juventus, Ian Ferreyra, un joven de 14 años que nació con una profunda sordera bilateral, encontró en el básquet una voz, un lenguaje y un espacio donde puede ser él mismo. Ian no solo juega; él vive el básquet con una intensidad que contagia, demostrando que las barreras, cuando se miran con coraje y apoyo, pueden convertirse en trampolines.
A los 5 años le colocaron un implante coclear, que le sirve para escuchar sonidos muy fuertes, como el bocinazo de un auto o un grito cercano de su nombre. Sin embargo, Ian aprendió a navegar este mundo con una destreza admirable, comunicándose a través de la lengua de señas, un idioma que su madre, Karina Taborda (oyente), abrazó con un amor incondicional, convirtiéndose en su principal puente de entendimiento.
La vida de Ian es un testimonio de resiliencia y esfuerzo familiar. Mientras cursa sus estudios primarios en la Escuela N.° 12 Almirante Guillermo Brown, en el turno noche, Karina se transforma en su intérprete, un rol que asume con una dedicación que conmueve. Los lunes, miércoles y viernes son días de escuela, donde Ian se sumerge en el aprendizaje, y los martes y jueves, su energía se canaliza hacia la cancha. Por las tardes, el Instituto de Educación Especial Integrar le brinda ese apoyo escolar tan necesario, completando un entramado de oportunidades que Karina tejió con paciencia y amor.
"Es un chico muy cariñoso, muy colaborador en la casa, es muy aplicado y le gusta aprender. Ama las hamburguesas y está haciendo nuevos amigos en el club", comentó Karina, con una sonrisa que ilumina su rostro, en diálogo exclusivo con República de Corrientes.
Desde chico le apasionó el básquet y también entrenaba en un club de barrio que se llama Los Halcones Dorados, pero tuvo que dejar porque se le complicaba con el horario para asistir a la escuela.
"Siempre pasábamos por el Club Juventus y él quería asistir, hasta que un día me animé a preguntar y lo aceptaron", dijo. La valentía de Karina abrió una puerta que Ian cruzó con la emoción a flor de piel. Y allí encontró a Martín Zalazar, su entrenador.
"Es una excelente persona porque todo el tiempo trata de comunicarse con él y los chicos son muy colaboradores. Estoy muy agradecida con cómo lo recibieron. Lo entrenan como a un chico más", relató Karina, con una gratitud que desborda.
Martín comparte su experiencia: "Yo no sé hablar lengua de señas, pero me animé a tomar este desafío. Fue la primera vez que iba a instruir a un chico sordo y lo único que pedí es paciencia. Las primeras clases las practicaba solo en la otra mitad de la cancha, donde entrenaba el otro grupo. Aprendió muy rápido los ejercicios, es muy inteligente y tiene mucha predisposición para entrenar. Presta atención al 100%, lo corrijo o freno para que siga mejorando".
La dedicación de Martín se manifiesta en cada gesto, en cada seña improvisada. "Me sorprende lo rápido que capta y le conté a la mamá lo contento que me pone lo rápido que se va adaptando. Al principio tuve miedo, pero después sentí una gran satisfacción y me gustaría aprender lengua de señas, no solo por Ian, sino porque es algo cotidiano que se necesita. Si todos aprendemos, construiríamos una sociedad más inclusiva. Es una nueva experiencia, ya que todos los días aprendo algo con él".
"Hace poco lo empecé a integrar con sus compañeros, hace 3 clases, hablé con ellos y también lo recibieron muy bien. Nos manejamos todo por señas. Constantemente, levantamos el pulgar para saber si está todo bien. Le señalamos dónde queremos que nos pase la pelota, le mostramos hacia dónde tiene que correr o, con otra seña, le indicamos que tire al aro", explicó Martín, detallando la magia de su comunicación en la cancha.
"Quiero que él se proyecte y pueda lograr sus sueños. Él tiene un gran potencial. Quiero que termine su secundaria y no solo él, sino otros chicos que están en su situación, que todos tengan las mismas oportunidades. Toda madre desea que su hijo sea feliz y que pueda desarrollarse profesionalmente". Es un anhelo que trasciende lo deportivo, un grito por la equidad y el derecho a soñar.
La historia de Ian repercutió y ahora fue convocado para integrar la selección argentina de sordos para la categoría U21. "Se abrió una hermosa puerta de oportunidad para él que no nos esperábamos", destacó la mamá de Ian. Es el reconocimiento a un talento que nunca debió ser limitado por una condición.
"Quiero que todas personas que lean esta nota se animen a tomar personas con discapacidad, no solo en los clubes, sino en las instituciones o empresas. Si nos animamos a tomar la iniciativa, vamos a brindarles muchas oportunidades, sería un mundo mejor si entre todos nos damos oportunidades".
Es un llamado a la acción, a derribar prejuicios y a construir un mundo en que el potencial de cada uno sea la única medida de su valor. Ian Ferreyra nos enseña que la verdadera inclusión no es una excepción, sino la norma que todos merecemos.


